martes, 1 de octubre de 2013

A traves de la ventana III

Volví a tener ese extraño sueño unas cuantas veces más. Sólo que cada vez es un poco diferente. La primera vez, cuando agitaba los brazos intentando que me viese, ella advertía algo, pero no se giraba a mirarme, y entraba a su habitación. La segunda vez, cuando intentaba hablarle, notaba como mis cuerdas vocales vibraban, y la voz subía por mi garganta, pero no llegaba a salir. Y así sucesivamente.
Me empecé a asustar un poco, no creía que fuese normal soñar angustiosamente con alguien a quien ni siquiera se conoce. Así que decidí  que la solución sería intentar evitar verla todo cuanto pudiese. Sin embargo resultó complicado, ya que mi escritorio daba justo a la ventana, por ende a la suya, y era mi lugar de trabajo, en el cual pasaba muchas horas. Cerré las cortinas un par de veces, pero la luz artificial me resultaba demasiado molesta y deprimente durante el día, así que acabé por abrirlas una vez más. Sólo me quedaba la fuerza de voluntad de concentrarme en cualquier cosa que estuviera haciendo, o tuviera que hacer, y dejar de distraerme con su presencia, cuando coincidíamos.

He de admitir que al principio fue algo complicado. Los sueños no habían desaparecido del todo, y era difícil mantener mi atención apartada de justamente aquello que me desvelaba. Sin embargo con el paso de los días y las semanas, los sueños dejaron de hacer aparición, y mi vida volvió a la normalidad, al punto de llegar a olvidarme total y completamente de la existencia de aquella chica.

Conocí a Mónica. Nuestras maletas eran iguales, y las intercambiamos maletas sin querer en el tren. Fue de aquellos encuentros que salen en las películas. Nos fuimos a tomar un café, y así es como empezaron las cosas. Es curioso algo tan amargo como el café puede crear a veces cosas tan dulces.